Hernán Cortés era un hombre de gran convicción en su idea de conquista, su ansia de dominio, su hambre extrema, su ánimo y su gran lucidez. Un gran estratega para la batalla, ambicioso, persuasivo y astuto para la negociación con las tribus descontentas Investigó a fondo a sus enemigos y los combatió con sus mismas armas, aliándose con los pueblos hartos del oneroso yugo mexica.
Se aprovechó de un confundido Moctezuma, acreditando un coraje valeroso y un concepto de la estrategia nunca visto en aquellas tierras. Además, Cortés se vio favorecido por una accidental epidemia de viruela que resultó catastrófica para los mexica. Cortés era un táctico de la política y pensaba que la conquista militar debía ser justificada con la espiritual. El y sus hombres, a los que llamaba la Sagrada Compañía, fueron a hacer fortuna acompañados de sus credos religiosos. Enardeció a sus hombres a través de ideas como El Dorado, la Atlántida, la Fuente de la Juventud, la Ciudad del Oro, para hacerlos invictos y empujarles a seguir adelante.
Cortés cimentó su conquista como lo hacen todos los imperios conocidos, mediante la violencia, la devastación, el engaño y el saqueo, e imponiendo sus dioses, sus lenguas, sus costumbres y sus coronas. Los españoles llegaron a México con las alforjas vacías, muertos de hambre, y con el deseo de volver a su patria ricos para no trabajar más para un enjambre de zánganos improductivos formados por legiones de frailes, curas, hidalgos y nobles que los esquilmaban desde la cuna. Los más eran aventureros, soldados de fortuna, rufianes sentenciados, y hasta carne de horca, y claro está, con la ambición en el filo de sus espadas.
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"Prendimiento de Moctezuma por Hernán Cortés", (1783-1800), óleo anónimo. MUSEO DE AMÉRICA |
Atrapado por su destino se escondió tras su máscara de majestad y decidió quedar atrapado en el interior de su mente. Hombre religioso, creía tener ante sí a los hijos de Quetzalcóalt. Cuando reparó en su error, ya era demasiado tarde. En menos de dos años, 1519-1521, la civilización mexica se iba a diluir como se diluye un terrón de azúcar en una taza de chocolate caliente.
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Momento en que Cortés, dueño de la capital azteca, hace prisionero a su último soberano, Cuauhtémoc. Óleo de Carlos María Esquivel (1856). Museo de Bellas Artes, Zaragoza. |
Aunque en 1527 la Corona lo apartó del gobierno de las tierras conquistadas, él dejaba un relato que miraba a la eternidad. Por si su escritura no fuera suficiente, pagó a López de Gómara para que escribiera una Crónica de la conquista de Nueva España, en la que resaltaba su liderazgo y protagonismo. Incluso Bernal Díaz del Castillo, que reaccionó ante los relatos hagiográficos y personalistas de Cortés con una crónica mucho más coral, no pudo negar su admiración, y con frecuencia calificó a Cortés con superlativos, llamándole héroe.
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Escudo de Armas de Hernán Cortés concedido por Carlos V en 1524, en reconocimiento por la conquista de México. |
Un buen ejemplo de cómo se construyó la leyenda de Cortés lo ofrece el conocido relato de la quema de los barcos. Quema que jamás existió. En 1519, cuando alcanzó la costa de Veracruz para emprender la conquista del imperio azteca-mexica, los barcos con los que partió de Cuba estaban en tan mal estado que sólo tres de los diez que zarparon podían ser conservados para futuras navegaciones. Cortés tomó la decisión de desguazarlos, con lo que se cerraban las posibilidades de regresar para quienes no deseasen continuar el avance hacia la capital azteca. Con los tablazones, jarcias y aparejo de los barcos se construirían los bergantines que tan decisivos fueron en la toma de Tenochtitlán en agosto de 1521.
Cortés dio muestras de liderazgo y un gran dominio de sus hombres en momentos difíciles. Se supo rodear de experimentados militares y se dejó aconsejar por ellos. Poseía una gran capacidad negociadora, como demostró en sus tratos con los indígenas descontentos por los onerosos tributos, servicios militares y entrega forzosa de esclavos vírgenes que les imponían los soberanos aztecas. Así, llegó a pactos con tribus totonacas, tlaxcaltecas, cholutecas y una multitud de pueblos y tribus hastiados de la brutalidad de los mexicas.
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El Jefe Maya ZINGARI presenta su hermana a Hernán Cortés. Grabado. Museo de América, Madrid. |
DOTES DE SEDUCCIÓN
Hernán Cortés era un seductor nato; de mujeres y de hombres. Un ejemplo es el de Doña Marina, la Malinche, una joven indígena que le sirvió de intérprete y se convirtió en su amante, y a la que casó más tarde con uno de sus soldados. En la gran mansión de Cuernavaca, Cortés llegó a tener un harén de cuarenta mujeres (nodrizas, criadas, damas de compañía), tanto indígenas como españolas, con las que mantenía relaciones sexuales de forma indiscriminada. Todas convivían con su segunda mujer, Juana de Arellano y Zúñiga, a la que solo veía para hacerle hijos, y a la que dejó abandonada en 1539 cuando viajó a España.
Por otro lado, tras ahorcar en la selva hondureña a Cuauhtémoc, el último soberano azteca, en 1525, se amancebó con su mujer, Tecuichpo, la convirtió en su amante y en la madre de uno de sus múltiples hijos ilegítimos, Leonor Moctezuma Cortés. Luego se olvidó de ella para siempre.
“En las guerras de regularmente libraban los mexicas y sus aliados no era costumbre aniquilar a los enemigos, sino que el objetivo era hacer prisioneros que posteriomente serían sacrificados a los dioses en el Gran Templo.
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Pintura del siglo XVII que recrea el encuentro entre Moctezuma y Cortés a su llegada a Tenochtitlán. Washignton |
CRUELDADES Y MENTIRAS
Como todo hombre ambiciosos, Cortés fue egoísta, cruel y traicionero. No le tembló la mano para eliminar a sus enemigos, como descubrieron a su pesar Diego Cermeño y Juan Escudero, partidarios del gobernador Velázquez, a los que hizo ahorcar poco después de desembarcar en Veracruz.
Es cierto que Cortés cometió excesos con los nativos y que permitió algunas matanzas, como la de Cholula en la que murieron más de 5.000 nativos por supuesta traición al acuerdo de colaboración con los españoles. Tras la huida de la Noche Triste, Cortés decidió mostrarse implacable castigando la rebeldía de las indígenas de Tepeaca, y destruyendo e incendiando, innecesariamente, la hermosa Tenochtitlán.
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EL PALACIO DE HERNÁN CORTÉS. Mansión de Cuernavaca en la que vivió Cortés durante sus últimos años en México. |
Resistente y con gran capacidad de improvisación, Cortés hacía siempre de la necesidad virtud y extraía el lado más positivo de las circunstancias, por desfavorables que fueran. Puso el mismo entusiasmo en todas las empresas que acometió en su vida, y fue este señalado optimismo vital lo que le permitió encarar sus fracasos con desparpajo y fe.
GOBERNANTE FRUSTRADO
Durante varios años, Cortés se lanzó a la empresa de construir un México castellanizado y católico, pero también con rasgos muy claros de su esencia indígena. No deseaba reproducir la sociedad y la cultura de la que procedía, sino crear un nuevo mundo con lo mejor de las culturas nativas y española. Desde el primer momento se preocupó por la construcción de ese territorio mestizo. El 15 de octubre de 1522, el emperador Carlos envió una carta a Hernán Cortés en la que lo reconocía como gobernador y capitán general de Nueva España.
El Imperio azteca del siglo XVI estaba formado por una Triple Alianza entre los mexicas de Tenochtitlán y los pueblos aliados de Texcoco y Tlacopan, ciudades herederas de los toltecas y conquistadoras del Valle de México (Anáhuac). Una vez derrotada esta alianza, logró que la mayoría de los jefes y caciques indígenas colaborasen de forma pacífica y voluntaria en el gobierno. Con su ayuda fundó ciudades, restauró caminos, exploró nuevos territorios, inició la agricultura y la ganadería intensivas, y creó una nueva organización administrativa.
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CONQUISTA DE TENOCHTITLÁN. Ilustración de la Historia de las indias de Nueva España y Islas de Tierra Firme, de Diego Durán. Década de 1570. |
“Impresionado por la vitalidad de la sociedad azteca, Cortés no quiso que los españoles constituyeran una casta cerrada de dominadores, como había ocurrido en La Española y Cuba. Por ello, favoreció la unión de sus hombres con mujeres indígenas y se opuso todo lo que pudo a la llegada de europeos. Su modelo de sociedad mestiza era muy diferente de la criolla, que finalmente triunfaría.
Era rico, pero carecía de liquidez. Se convirtió en un incansable hombre de negocios, ya fuesen inmobiliarios, agrícolas, ganaderos o mineros. Pensó en explorar el Pacífico con el propósito de llegar a China y las Molucas, trazar nuevas rutas comerciales y encontrar el paso hacia el Atlántico Norte. Pero todas sus singladuras acabaron mal. Decepcionado, y sintiéndose obstruido por el virrey Antonio de Mendoza, regresó a España en 1540 para buscar el apoyo del emperador.
Sus últimos años fueron una lucha desesperada e inútil por obtener justicia y el reconocimiento debido por los servicios prestados a la Corona; “mi trabajo aprovechó para mi contentamiento de haber hecho el deber, y no para conseguir el efecto de él, pues no sólo no se me siguió reposos a la vejez, mas trabajo hasta la muerte”, escribió en su última carta a Carlos V. Quiso emprender un último viaje a México, pero falleció en Sevilla en 1544, a los 62 años.
“Los méxicas de Tenochtitlán llamaban a Cortés, el Señor Blanco, y a los españoles, los Hijos del Sol o teotl-teules. Los méxicas creían que los españoles encarnaban el profetizado retorno de Quetzalcóalt, el dios guerrero, y consideraban a Cortés su reencarnación tratándole como el Dios Blanco.
LA NOCHE TRISTE
En mayo de 1520, Cortés tuvo que abandonar la ciudad con sus tropas para hacer frente a un ejército de 1.500 compatriotas llegado de Cuba al mando de Pánfilo de Narváez, que tenía la orden de detenerlo y castigar su rebeldía por no someterse a los mandatos del gobernador de la isla, Diego Velázquez. Atrás dejaba, en el palacio de Axayácatl, a una pequeña guarnición de 120 soldados al mando de su lugarteniente, Pedro de Alvarado. Cortés lograría una rápida y fulgurante victora sobre las tropas de Narváez en Cempoala, pero tuvo que regresar de forma apresurada a Tenochtitlán ante las noticias de una sublevación indígena.
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Alvarado provocó la rebelión mexica tras una matanza de nobles y sacerdotes aztecas en el templo Mayor durante la fiesta de Toxcatl. En la imagen, las ruinas del templo en la actual Ciudad de México. |
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LA NOCHE TRISTE. La evacuación de Tenochtitlán en junio de 1520 se convirtió en la mayor derrota española en territorio americano. Óleo del siglo XVII. Biblioteca del Congreso, Washington. |
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Cuchillo de sacrificio azteca con mango en forma de águila. |
Una procesión de tales dimensiones fue rápidamente advertida por los nativos que, haciendo sonar tambores de guerra, llamaron a los soldados mexicas al combate, en canoas hasta el canal principal donde rodear a las tropas españolas. La lucha fue feroz. La ciudad entera se puso en alerta y la noche devino en sangre. Los ataques nativos acorralaron a los españoles en diversos puntos, perdiendo caballos y cañones.
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Bajo el árbol de Tacuba, 'La Noche Triste de Hernán Cortés', óleo de Manuel Ramírez, 1890. Museo Provincial de Bellas Artes de Badajoz |
Se perdió buena parte de la impedimenta militar, medio centenar de caballos y las piezas de artillería. Los aztecas recuperaron el botín robado y asesinaron a cuanto español encontraron en los territorios que controlaban. Un balance de escalofrío. Pero los aztecas no persiguieron a Cortés y los suyos, perdiendo la oportunidad de aniquilar definitivamente a los extranjeros.
Cortés reorganizó su tropa, buscó a sus aliados tlaxcaltecas y rehízo un ejército de algo más de trescientos españoles y dos millares de nativos. En una semana estaba listo para enfrentarse de nuevo a los centenares de batallones aztecas, desorganizados, confusos e indecisos.
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LA BATALLA DE OTUMBA. El uso de la caballería fue fundamental en la victoria española frente a los aztecas en la batalla de Otumba. Óleo, Palacio Real de Madrid |
Para saber más:
- Juan Miralles. Hernán Cortés: inventor de México. Tusquets, 2001.
- Hugh Thomas. La conquista de México. Planeta Ed., 2007.
- Salvador de Madariaga. Hernán Cortés. Austral, 1986.
- Christian Duverger. Hernán Cortés, más allá de la leyenda. Taurus, 2013.
- Morgan Scott. Los Hijos del Sol. Ediciones B, 2019.
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