A lo largo de toda su historia, los fenicios estuvieron indisolublemente unidos al comercio. Exportaban por todo el Mediterráneo una extensa variedad de productos, que incluían objetos metálicos ornamentados, tallas de marfil, madera de cedro, athyrmata (baratijas), vino y aceite de oliva. Pero uno de los artículos con los que ganaron especial fama fueron sus telas de llamativos colores y fina factura. Homero, por ejemplo, alabó los coloridos vestidos que producían y llevaban puestos las mujeres de Sidón. Al mismo tiempo, los anales asirios recogen listas de tributos decoradas con profusión ofrendadas por la ciudad fenicia de Tiro. También en el Antiguo Testamento, en una lista confeccionada por el profeta Ezequiel, se relacionan este tipo de telas.
La importancia de los moluscos
La importancia cultural, económica y social de estas telas era evidente en una producción artesanal que requería gran cantidad de trabajo. Estos tejidos ofrecían protección contra los elementos, eran signo de estatus social, se usaban para plasmar eventos o historias en forma de tapices e incluso podían ser tan valiosos que se empleaban como monedad de cambio.
El hallazgo de numerosas instalaciones para la recolección del murex y su tratamiento para hacer tinte en las localidades de Arwad, Beirut, Sidón, Sarepta, Tiro, Tell Keisan, Shiqmona, Dor y Akko, pone de manifiesto cuán importante fue esta industria para los fenicios. Plinio el Viejo, en su obra Historia natural, escrita en el siglo I d.C., proporciona una detallada descripción de cómo se fabricaba este tinte.
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MUREX BRANDARIS. Este molusco es una de las dos especies recolectadas por los fenicios para la fabricación de la preciada púrpura. |
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MELQART DESCUBRE LA PÚRPURA EN EL MORRO DE SU PERRO. DETALLE DE UN ÓLEO DE RUBENS, 1636. |
La materia prima básica era un líquido opaco que se obtenía de las glándulas mucosas de dos tipos de moluscos, el Murex trunculus y el Murex brandaris. El primero se usaba para hacer un tipo de púrpura azul que se conocía como “azul real”, mientras que el segundo se usaba para hacer “púrpura de Tiro”. Ambos tintes eran indelebles, es decir, no se decoloraban fácilmente, una rara cualidad entre los tintes antiguos que los hacía muy apreciados.
Una vez recolectados los caracoles de tipo murex, se mantenían con vida en grandes contenedores o en estanques artificiales llenos de agua de mar hasta que se hubiera conseguido una cantidad suficiente. El siguiente paso era extraer la glándula mucosa que contiene los componentes químicos necesarios para hacer el tinte. A los ejemplares grandes se les extraía la glándula con un utensilio especial de hierro o bronce, mientras que en los ejemplares pequeños se machacaba el cuerpo, la glándula y la concha hasta convertirlos en una masa pastosa.
Cuando ya se habían recolectado suficientes glándulas, se colocaban en una gran cuba de estaño que contenía agua salada y después se aplicaba calor durante diez días. Durante ese tiempo, el tinte iba rezumando poco a poco, surgiendo un compuesto incoloro que, debido a una compleja reacción fotoquímica, producía un colorante púrpura cuando de nuevo era expuesto al aire y a la luz del sol.
Como cada murex destilaba unas pocas gotas de esas preciadas secreciones, la manufactura de la púrpura de Tiro en cantidades industriales requería muchos miles de moluscos (unos 12.000 moluscos para producir kilo y medio de tinte). Esto explica que dicho tinte fuera más valioso incluso que su peso en plata y oro, por lo que las telas de púrpura podían alcanzar precios exorbitantes.
De hecho, los tejidos de púrpura eran tan codiciados que los astutos hombres de negocios crearon una multitud de tonos de imitación de inferior calidad para satisfacer la demanda. Por esta razón, cerámicas y tejidos teñidos de púrpura tienen que someterse a un análisis químico antes de que los arqueólogos puedan dictaminar que son genuinos ejemplos de “azul real” o “púrpura de Tiro”.
Esplendor y decadencia
En cuanto la demanda sobrepasó las reservas existentes en la costa del Líbano, los fenicios se vieron obligados a importar moluscos desde otras regiones del Mediterráneo y del golfo de Aqaba, en la costa del mar Rojo. La merma de la población local de murex, combinada con el deseo de adquirir cada vez una mayor cantidad de moluscos, hizo que los fenicios empezaran a fundar colonias ultramarinas en regiones que pudieran acoger este tipo de industria.
Buen ejemplo de ello son las grandes cantidades de conchas murex machacadas halladas por los arqueólogos en Almuñecar, Roscanos y Morro de Mezquitilla, en España; Cartago, Kerkouane y Meninx (Djerba), en Túnez, y Mogador (Essaouira), en Marruecos. Evidencias de una industria a gran escala bien asentada en la península ibérica y el norte de África.
Según Plinio, después de Tiro, era la ciudad de Meninx la que producía el tono de púrpura más intenso. Se puede decir que el interés de los fenicios por la púrpura estaba indirectamente relacionado con su gran logro: la expansión del alfabeto por todo el mediterráneo, que este pueblo exportó junto con otros productos.
Sometidos desde el siglo IV a.C. a la Grecia helenística y luego a Roma, los fenicios desaparecieron gradualmente, pero su industria de púrpura continuó floreciendo. De hecho, los romanos desarrollaron sus propias técnicas para la cría artificial de murex y otros moluscos en estanques excavados en la roca.
La producción de tinte púrpura continuó en el Imperio romano de Oriente hasta que ningún emperador bizantino dispuso de los recursos económicos necesarios para continuar con tan cara actividad. A pesar de los avances en la producción de tintes, que han logrado que el tinte púrpura sea considerablemente más barato, hoy en día países de todo el mundo todavía asocian la púrpura de Tiro con la realeza.
EN LA ANTIGÜEDAD se consideraba a los fenicios como los mercaderes por excelencia, que solo se dedicaban a sus negocios. De este modo se ganaron tanto el respeto como el rencor de sus vecinos. Según los egipcios, los sagaces reyes fenicios eran hombres de negocios que sacaban gran provecho de la venta y redistribución de las materias primas que tenían a su disposición. La Biblia describe Tiro como una ciudad controlada por mercaderes que se comportaban como príncipes y las fuentes neoasirias mencionan su buen tino para el comercio y la riqueza de los comerciantes fenicios.
Homero los pinta como calculadores y astutos emprendedores que viajaban por el Mediterráneo comprando y vendiendo productos de todo tipo. A pesar de que esas descripciones probablemente son exageradas, subrayan la importancia capital del comercio en la percepción de quiénes fueron fenicios. Un somero análisis de los testimonios literarios y arqueológicos apoya la idea de que la economía de las ciudades-estado fenicias dependía de las rentas y los recursos que obtenían a través de los intercambios comerciales.
Para saber más:
- A short history of the Phoenicians. Mark Woolmer, Tauris Ed., Londres, 2017.
- Púrpura, del mercado al poder. Pilar Fernández Uriel, UNED, Madrid, 2010.
- Purpurae vestes: textiles y tintes del Mediterráneo en época romana. Carmen Alfaro Giner. Universidad de valencia, Servicio de Publicaciones, 2004.
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